miércoles, 26 de agosto de 2009

EL APEGO AFECTIVO (Parte I)

"Mi existencia no tiene sentido sin ella",
"Vivo por y para él",
"Ella lo es todo para mí",
"El es lo más importante de mi vida",
"No se qué haría sin ella",
"Si él me faltara, me mataría",
"Te idolatro",
"Te necesito".

En fin, la lista de este tipo de expresiones y "declaraciones de amor" es interminable y bastante conocida. En más de una ocasión las hemos recitado, cantado bajo una ventana, escrito o, simplemente, han brotado sin razon alguna de un corazón palpitante y deseoso de comunicar afecto. Pensamos que estas afirmaciones son muestras del más puro e incondicional de los sentimientos. De manera contradictoria, la tradición ha pretendido inculcarnos un paradigma distorsionado y pesimista:
El auténtico amor, irremediablemente, debe estar infectado de adicción.
Un absoluto disparate. No importa cómo se quiera plantear, la obediencia debida, la adherencia y la subordinación que caracterizan al estilo dependiente, no son lo más recomendable.
Depender de la persona que se ama es una manera de enterrarse en vida, un acto de automutilación psicológica donde el amor propio, el autorespeto y la esencia de uno mismo son ofrendados y regalados irracionalmente. Cuando el apego está presente, entregarse, más que un acto de cariño desinteresado y generoso, es una forma de capitulación, una rendición guiada por el miedo con el fin de preservar lo bueno que ofrece la relación. Bajo el disfraz del amor romántico, la persona apegada comienza a sufrir una despersonalización lenta e implacable hasta convertirse en un anexo de la persona "amada", un simple apéndice. Cuando la dependencia es mutua, el enredo es funesto y tragicómico: Si uno estornuda, el otro se suena la nariz. O, en una descripción igualmente malsana si uno tiene frío, el otro se pone el abrigo.
Es común que este tipo de vínculos las personas, al conocerse, sientan que hay lazos muy fuertes que los unen. En un comienzo la sensación de amor no se compara con ninguna otra experiencia.
Son personas en búsqueda del enamoramiento, de esa sensación que les produce bienestar. Mas que alegría, lo que sienten es euforia y mucho agrado. Lo que no saben es que la sensación tiende a terminar. Después de eso, al igual que con la dependencia al alcohol o las drogas, se produce el bajo. La persona cree que se equivoco y vuelve, entre comillas, a darse permiso para iniciar una nueva búsqueda.

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