sábado, 10 de abril de 2010

INVITANDO A NUESTRA ALMA A TRABAJAR

La mayoría de nosotros tiene alguna forma de ponerse en contacto con su alma. Algunos la encuentran en sus rezos, otros la encuentran cuando se ponen en contacto con la naturaleza. Pero las relaciones en el trabajo y el clima laboral serían mucho mejores si todos invitáramos a nuestra alma a trabajar.
Para algunas personas creyentes, el alma definitivamente existe y nos acompaña en todo momento desde que nacemos. Para otros más agnósticos, el alma podría ser nuestra energía. Pero la mayoría coincide en que existe algún tipo de energía vital que es nuestra esencia. Que somos más que un simple cuerpo, que tenemos una identidad espiritual.
Si queremos ver las cualidades innatas del alma sólo tenemos que observar a un bebé pequeño. Lleno de alegría, amor, bondad y paz. No tiene maldad, resentimientos ni odios, es puro amor. A medida que crecemos, sin embargo, vamos encubriendo nuestra alma con una serie de capas donde aflora nuestra personalidad, nuestro ego. Nuestra alma queda sumergida y nuestro ego toma control de nuestras vidas. El alma todavía está en nosotros, pero bastante relegada y aflora muy poco. Quizás la sentimos un poco a lo lejos cuando oramos, cuando estamos en un paisaje natural hermoso o cuando vemos un acto de amor al prójimo que nos conmueve.
Pero sería extraordinario que nuestra alma estuviera más aflorada en el trabajo. Cuántas energías perdidas, insatisfacciones, conflictos y pérdidas de dinero se dan en la empresa porque el ego es quien está presente y no el alma.
Pero, ¿podemos traer el alma al trabajo?
Y ¿cómo podemos lograrlo de forma práctica?
¿Cómo traer el alma en la oficina, donde tenemos que preocuparnos por objetivos acuciantes y soportamos niveles altos de estrés ante los retos?
El sol siempre esta en el cielo brillando. Por más que existan nubes y que el cielo se oscurezca, el sol siempre sigue brillando. Cuando por mucho tiempo no vemos en el sol por la nubosidad, hasta olvidamos de lo delicioso que era un día soleado. Lo mismo le ocurre al ser humano.
El alma es como el sol que siempre está con nosotros iluminando e irradiando rayos de amor y paz. Sin embargo, muchos vivimos nuestros días con una densa capa de nubes de ego, y pensamientos negativos.
¿Cómo lograr que venga un viento y se lleve las nubes para ver siempre el brillo del alma en nuestras vidas?
Una forma de lograrlo es a través del silencio. Debido a la naturaleza del trabajo de un ejecutivo, su mente está entrenada para concentrarse en lo exterior. Busca oportunidades, detecta problemas y los resuelve. En general, barre mentalmente su entorno para anticiparse y estar precavido. Lograr el silencio de la mente requiere justamente lo contrario. Necesitamos primero concentrarnos en nuestro interior, para luego concentrarnos en la nada, es decir, no pensar por unos minutos. Pero si lo hacemos los beneficios son enormes. Después de estar unos minutos en total silencio de nuestra mente, sin nubes de pensamientos, el sol del alma empieza a brillar y nos invade una sensación de paz, tranquilidad y amor. Nos sentimos conectados con el todo, vemos a todas las personas como parte de la misma fuente. Sentimos deseos de ayudar y servir. Numerosas investigaciones científicas confirman que la fisiología del cuerpo cambia cuando entramos en silencio.
Una pizarra totalmente escrita no sirve para enseñar a menos que la borremos para luego volver a escribir en ella. Lo increíble de nuestra mente es que las mejores enseñanzas vienen cuando nuestra pizarra mental esta borrada, vacía de pensamientos. Lo maravilloso de esta técnica es que una vez que estamos en silencio unos minutos en la mañana, todo el día nos queda la huella en nuestra mente. Tendemos a ser más tolerantes, menos estresados y no entramos fácilmente en conflictos y contribuimos a formar un mejor clima en nuestra empresa. En otras palabras, invitamos nuestra alma a trabajar.
Un discípulo frustrado por la maldad del mundo le preguntó a su maestro: “¿De qué sirve que nos esforcemos por hacer el bien, si todo alrededor nuestro está mal? El mundo está lleno de injusticias, maldades, odios y energía negativa.
¿Para qué meditar? ¿Para qué esforzarnos por cambiar nosotros si nada cambiará en el futuro?
El maestro pacientemente llevó a su discípulo a un lago y le pidió que tirase una piedra al medio del lago. Luego, le preguntó:
“¿Ahora entiendes por qué debes siempre mejorar y hacer el bien?”
Como el discípulo no entendía nada, el maestro le explicó con cariño:
“Tus acciones y tus pensamientos son como la piedra, que impactó el lago y se sumergió. La piedra no pudo ver la secuela de ondas que dejó en todo el lago. Las ondas llegaron hasta los bordes del lago irrigándolos con agua de vida. Sin saberlo discípulo, cada uno de nosotros es una piedra que mueve el lago de la humanidad y tiene la capacidad de mejorarla y dejar en ella ondas de bienestar”.
Es cierto que las políticas y normas de recursos humanos tienen un fuerte impacto en el clima laboral. Es cierto que el liderazgo de los supervisores y gerentes impactan sustancialmente en el clima. Pero también es cierto que el clima laboral es la suma de todos los climas mentales individuales de cada empleado en la empresa.
Si cada uno hace un esfuerzo por traer su alma a la oficina, estaremos generando ondas positivas en el lago de la empresa. Estaremos ayudando a generar el ambiente empresarial en el que todos anhelamos trabajar.
David Fischman

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