viernes, 19 de febrero de 2010

PENSAMIENTOS IDEALIZADOS SOBRE EL AMOR III

3]"EL AMOR ES ETERNO"
Felicidad conyugal imperecedera, infinita, inagotable. "Reloj no marques las horas": presente continuo.
Si el amor tiene su propia inercia, su propia dimensión temporal, si es inmortal e indestructible, ¿qué papel juega uno en su mantenimiento?
Una vez instalado, ¿el amor manda? ¿No
puedo acortarlo, alargarlo o modificarlo? Es el síndrome de la asfixia amorosa: el amor no te toca, sino que se incrusta por siempre.
Y hay mil: si nos gusta el pensamiento mágico o somos amantes de la Nueva Era, el amor puede sentirse
en quinta dimensión: no sólo funciona en esta vida, sino en las otras.
Fusión total e irremediable, almas gemelas que vagan por el cosmos hasta reencontrarse nuevamente para alcanzar el amor perfecto de Platón, la fantasía de Stendhal o la fascinación a la que aludía De Rougemont.
Por desgracia para los soñadores, el enamoramiento o amor romántico es de tiempo limitado (más a menos, de dos a tres años).
El amor pasional, si no haces nada para mantenerlo activo, tiende a bajar; ésa es su dinámica natural. El único amor estable que puedo concebir es aquél que surge de los acuerdos, la amistad de pareja y la afinidad en algunos intereses básicos.
Bernard Shaw decía que el matrimonio ocurre. "Cuando dos personas se encuentran bajo la influencia de la más violenta, la más demente, la más engañosa y la más transitoria de las pasiones. Se les exige que juren que permanecerán en ese
estado excitado, anormal y agotador hasta que las muerte los separe". ¿Juramos en vano, por ignorancia o por anhelo?
Amor prometido, y lo prometido es deuda.
Un pacto inteligente: "Hasta que la muerte nos separe, si todo va bien...".
Benjamín Franklin decía:
"Ten los ojos bien abiertos antes del matrimonio
y medio cerrados después".
Llámese casorio, noviazgo o relación de amantes, la "atención despierta", al mejor estilo budista, es imprescindible para sobrevivir en pareja. El mito del amor eterno lleva implícita la idea de la certeza. Si ya me enamoré y soy correspondido, se acabó definitivamente la soledad y ya no habrá incertidumbre sobre mi futuro afectivo.
Zygmunt Bauman, en su libro Amor líquido, rebate esta concepción:

Cuando hay dos, no hay certezas y cuando se reconoce al otro como un 'segundo' soberano, no una simple extensión, o un eco, o un instrumento o un subordinado mío, se admite y se acepta esa incertidumbre.
Ser dos significa
apenas un futuro indeterminado.
Walter Riso

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