viernes, 2 de julio de 2010

LA MUJER...

Os he dicho que a la mujer hay que amarla, no comprenderla.
Eso es lo primero que hay que comprender.
La vida es tan misteriosa que
" nuestras manos no pueden alcanzar sus cimas, nuestros ojos no pueden observar su misterio más profundo"
Comprender cualquier expresión de la existencia —los hombres o las mujeres o los árboles o los animales o los pájaros— es la función de la ciencia, no la de un místico.
Yo no soy un científico. Para mí, la ciencia misma es un misterio, y ahora los científicos han empezado a darse cuenta de ello. Están abandonando su vieja actitud obstinada y supersticiosa de que un día sabrán todo lo que se puede saber.

Con Albert Einstein, la historia entera de la ciencia ha tomado una ruta muy diferente, porque cuanto más penetró en el núcleo de la materia, más perplejo se fue quedando. Toda la lógica quedó atrás, toda la racionalidad quedó atrás.

No puedes dar órdenes a la existencia, porque no sigue tu lógica. La lógica es un producto hu­mano. Llegó un punto en la vida de Albert Einstein en que recuer­da que estaba dudando si debía insistir en ser racional... pero eso sería estúpido. Sería humano, pero no inteligente.

Incluso si insis­tes en la lógica, en la racionalidad, la existencia no va a cambiar de acuerdo con tu lógica; tu lógica tiene que cambiar de acuerdo conla existencia. Y cuanto más profundizas, la existencia se vuelve más y más misteriosa. Y llega un punto en que tienes que abandonar la lógica y la racionalidad y simplemente escuchar a la naturaleza.
Yo lo llamo el entendimiento supremo, pero no en el sentido corrien­te de entendimiento. Lo sabes, lo sientes, pero no hay manera de decirlo.
El hombre es un misterio, la mujer es un misterio, todo lo que existe es un misterio, y todos nuestros esfuerzos para comprender­lo van a fracasar.


Recuerdo a un hombre que estaba comprando un regalo para su hijo en una tienda de juguetes por Navidad. Era un conoci­do matemático, así que, naturalmente, el dependiente le trajo un rompecabezas.

El matemático trató de resolverlo... era un bello rompecabezas. Lo intentó y lo intentó y lo intentó, y empezó a sudar. La situación se estaba volviendo incómoda. Los clientes y los vendedores y el dependiente estaban mirando, y él no logra­ba resolver el rompecabezas. Finalmente, abandonó la idea y gri­tó al dependiente:
«Soy matemático, y si ni siquiera yo puedo resolver el rompecabezas,
¿cómo cree que va a poder mi hijo pe­queño?»

El dependiente dijo:

«Usted no comprende. Está hecho de tal manera que nadie puede resolverlo, matemático o no matemá­tico.»
El matemático dijo:

«Pero, ¿por qué lo han hecho así?»
El dependiente dijo:

«Está hecho de esa forma para que el mu­chacho empiece a comprender desde el principio que la vida no se puede resolver, no se puede comprender.»

Puedes vivirla, puedes regocijarte en ella, puedes hacerte uno con el misterio, pero la idea de comprender como observador no es posible en absoluto.

Yo mismo no comprendo. El mayor misterio para mí soy yo mismo. Pero te puedo dar unas cuantas pistas:
Un psiquiatra es un tipo que te hace muchas preguntas muy caras que tu esposa te hace gratis.
La clave de la felicidad: puedes hablar de amor y de ternura y de pasión, pero el verdadero éxtasis es descubrir que no has perdi­do las llaves después de todo.
Las mujeres comienzan resistiéndose a las tentativas del hom­bre y acaban bloqueando su retirada.
Si quieres que una mujer cambie de idea, muéstrate de acuer­do con ella.
Si quieres saber lo que realmente piensa una mujer, mírala; no la escuches.

La señora se acercó al policía y le dijo:
«Oiga, ese hombre de la esquina me está molestando.»
«He estado observando todo el tiempo —dijo el poli— y ese hom­bre ni siquiera la ha mirado.»
«Y, bueno —dijo la mujer—, ¿no es eso molesto?»

Un joven romántico se volvió a la bella joven que había en su cama y le preguntó:
«¿Soy el primer hombre con el que has hecho el amor?»
Ella pensó un momento y luego dijo: «Es posible, tengo una memoria horrible para las caras.»
Todo es misterioso: es mejor disfrutarlo en vez de tratar de comprenderlo.
Al final, el hombre que sigue tratando de compren­der la vida resulta ser un tonto, y el hombre que disfruta la vida se vuelve sabio y sigue disfrutando la vida, porque se hace más y más consciente del misterio que nos rodea.

El mayor entendimiento es saber que no se puede comprender nada, que todo es misterioso y milagroso. Para mí, ese es el inicio de la religión en tu vida.
OSHO

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